CAPITULO VII

 

Allá, abajo y todavía a una distancia de vértigo de la nave abatida, el planeta Cresna, aparecía como un mundo confuso, parcialmente formado en su evolución geológica y en vuelto en una espesa capa de atmósfera. La nave, caía sobre el hemisferio sumido en la obscuridad, con sus dos tripulantes sumergidos en la casi inconsciencia, hacia un mar silencioso, poblado de islas, como enormes formaciones da obscuro terreno, entre las aguas. Grandes bosques y amplios espacios abiertos, cubiertos de helechos, un mundo lleno de peligros y misterios, acechante en la negra mortaja de la noche.

En el interior de la nave espacial, que caía desplomada como una mota metálica, fuera ya del frío cielo exterior, Karla yacía desplomada sobre su litera de aceleración y la celia joven del cabello dorado, sostenía una terrible lucha contra la semiinconsciencia para conducir al navío a un punto seguro de toma de tierra.

Karla deseaba, a toda costa, permanecer consciente contra el lacerante dolor que sentía en sus pulmones, en su terrible ansia de aire, en aquella posición trágica de claustrofobia, enterrada viva en los confines estrechos de la cabina de control. Parecía que todo el aire había escapado de la nave, a causa del disparo sufrido en el encuentro con la policía del Nuevo Imperio. Karla combatía contra una insistencia casi hipnótica, que allá, en lo más recóndito de su ser, le decía que todo estaba acabado... que debería rendirse... cerrar los ojos... dormir... dormir... dormir...

Tenía la boca abierta en un desesperado intento de percibir una molécula de aire para sus sedientos pulmones. Sus manos, seguían moviéndose en los intrincados controles de la nave, recordando por un poderoso esfuerzo mental, todas las directrices del gobierno del navío, tomadas de la memoria del piloto jefe:

«...la pequeña palanca a la derecha... ahora la barra superior del panel: bajarla hasta notar el cambio de sonido de los motores... esperar... esperar... ahora se ha producido el cambio: ¡AHORA! El gran timón rojo hacia abajo... abajo... abajo...

Luchando desesperadamente contra la torturante necesidad de aire, repeliendo la tentación de sucumbir a la inconsciencia y soportando los agudos dolores de todo el cuerpo y el entorpecimiento cerebral que ya le amenazaba también, Karla consiguió hacer deslizar a la nave sobre un sombrío bosque de enormes árboles. Los cohetes de aterrizaje, enviaban a una milla de distancia, los últimos restos de sus trazos humeantes en aquella terrible negrura de la noche y del sombrío terreno, hasta hacer deslizar la nave, como en un enorme tobogán de verdor sobre uno de sus lados. Finalmente la nave contacto con el terreno, deslizándose todavía un gran trecho, rebotando y sacudiéndose en toda su longitud. La nave se bamboleó de un costado a otro un momento y se detuvo en terreno firme.

 En la cabina de control, Karla Morton, cala desplomada en la más completa inconsciencia, con un suspiro agónico.           '

Darrel Kain recobró el conocimiento. Sacudió la cabeza y sintió el increíble placer de tener los pulmones llenos de aire.

¡AIRE! Aquello le trajo a la memoria, el sonido trágico del escape del suministro completo del aire de la nave, a través de la ruptura del casco producida por el cañonazo de la nave de la policía. Ahora la nave se hallaba en reposo sobre tierra firme y lo que era más maravilloso: había aire. Recordó la imagen del planeta Cresna como un globo verdoso en la pantalla de la nave y su frenético empeño hacia Karla para que trajese hasta el planeta la nave perdida, que hubiera constituido para ellos una tumba segura.

Un sentimiento de alegría se despertó en Kain. Karla lo había conseguido. Y allí tenían tina gran riqueza de aire para respirar, seguramente penetrado a través del mismo escape de la nave. Kain volvió la cabeza contemplando a Karla sin vida, derrumbada sobre la litera de aceleración, con sus hermosos cabellos dorados, mezclados en un informe revoltijo con su capa bordada de plata.

A primera vista parecía muerta; pero en seguida comprobó el ligero subir y bajar del pecho y oyó el seco y carraspeante estertor de la respiración de la joven, que inmediatamente se fue transformando en una respiración normalizada. Kain se desató las correas de la litera, que como cinturones de seguridad le tenían fijo y todavía casi atontado, pudo ponerse en pie.

Sería mejor dejarla descansar —pensó Kain—, ya que comprobó que estaba en realidad durmiendo el sueño de la más completa postración y agotamiento. El trabajo que había realizado era realmente increíble. Había realizado, en suma un esfuerzo sobrehumano; pero Darrel Kain, pensó con lógica, que Karla Morton, en realidad, era un ser sobrehumano. Había llevado a cabo algo capaz sólo de ser realizado por un mutante de primer grado, cosa que él mismo, con sus poderes mentales supernormales; pero mutante de segundo grado, no habría podido en modo alguno efectuar.

Dejarla dormir, era lo mejor —volvió a repetir--se a sí mismo—. Lo importante por el momento, era que estaban sobre el planeta Cresna y había aire para respirar.

¡Sobre el planeta Cresna! ¡En seguridad! ¿Lo estaban, realmente?

Todo lo relativo a Cresna, era bárbaro, primitivo, un mundo semiformado, un semillero de intrigas, con una reputación conocida en el último rincón de todos los demás mundos estelares. Había, además, una gran fuerza de policía del Nuevo Imperio, hecho de por sí suficiente, para tener en constante alerta a Darrel Kain.

Habían conseguido burlar en el último instante a la policía estelar y conseguido, asimismo; tomar tierra en Cresna; pero ¿no habrían sido vistos por otros hombres del Nuevo imperio desde la superficie del planeta?

Las dispares cuestiones, surgieron en la mente de Kain:

¿Cuánto tiempo tardarían en ser localizados por los largos trazos dejados en la atmósfera, con los últimos restos de fuerza de los reactores? ¿En qué lugar se encontraban en cualquier caso? ¿Cerca de alguna ciudad? ¿En las proximidades de alguna guarnición del Nuevo Imperio? ¿Cómo podría ocultarse el enorme bulto de la nave espacial, allí tendida sobre el terreno boscoso en que se hallaba, fuera de la exploración de las cúpulas observadoras de las cúpulas observadoras de las naves de patrulla del Imperio? '

Kain se aproximó a una ventanilla de la nave. El exterior aparecía gris y sin señales de vida; pero activando los mandos adosados al panel de visión exterior, el área visible surgió llena de color y de vida a su vista. Se hallaba en un terreno, donde la naturaleza vegetal estaba salpicada de los más vivos colores. Árboles, increíblemente verdes, con sus racimos de flores y extraños frutos entre sus hojas. Un enorme bosque de árboles y de verdor, meciéndose al impulso de una fuerte brisa, entre cuya frondosidad, se movían y volaban un sinnúmero de especies de raros animales y pájaros. Un trazo rojo, a través del espeso banco de nubes bajas sobre el cielo, le mostró la próxima aurora. Más lejos, aparecían unas enormes rocas de basalto y grandes escarpados rocosos, que parecían surgir del mismo borde de un mar sereno, verdoso y brillante.

Cresna tenía un alegre colorido en su naturaleza física. Parecía pletórico de vitalidad, repleto de naciente energía y de fertilidad de un mundo joven.

Y como contraste, parecía notarse, que sobre aquel mundo pujante y joven, flotaba un aire de malignidad que podía intuirse a través de la visión de la ventanilla plenamente iluminada que servía de observatorio, a Darrel Kain.

Darrel consideró la escena por algunos momentos más y llegó a la conclusión de que el planeta Cresna, tenía la faz pintada de una meretriz y que tras aquella máscara se ocultaban muchas cosas temibles y desagradables.

Dejando a Karla que descansara de su agotamiento, Kain, salió fuera de la cabina, atravesando los largos corredores desiertos de las cubiertas de la nave, hacia una de las salidas al exterior. Al destapar cuidadosamente una de las escotillas, un aire fresco y dulzón le azotó el rostro, impregnado con la salada humedad del mar cercano, mientras permaneció unos momentos en el umbral de la escotilla de salida. Escuchó los aflautados cantos de multitud de pájaros invisibles del boscaje; pero ningún sonido que le recordara una voz humana. Aquel lugar parecía alejado de cualquier emplazamiento habitado, pueblo o ciudad. El cielo, ya aparecía brillante en el oriente, con la tonalidad rojiza de la estrella Deeva. Tampoco se oía el menor ruido de naves exploradoras en el espacio.

Habían aterrizado sobre una larga franja de terreno, mojado y arenoso, que era el comienzo de una extensa playa que se alargaba entre filas de árboles copudos, hasta el escarpado borde del mar. Era un lugar bastante expuesto, pensó Kain y las patrullas aéreas del Imperio no tardarían en localizar la nave que yacía en el suelo como un enorme pez plateado.

Esperando contra toda esperanza, Kain se hizo la ilusión de que quizá pudieran permanecer ocultos hasta que pudiesen de algún modo reparar la avería del casco, producida por el disparo de las naves de la policía del Nuevo Imperio. Su esperanza se desvaneció, cuando habiendo rondado en un gran circuito alrededor de la nave, pudo apreciar el daño producido en el casco exterior. Era una amplia rotura, estrellada, localizada a pocos pies de la parte delantera de los tubos reactores. Por milagro, sin duda, el disparo había fallado sobre los tubos; pero el daño era enorme en toda la parte trasera inferior de la nave. Kain encontró el punto por donde había salido , el rayo desintegrador del disparo, en el que se apreciaba un enorme boquete ribeteado de trozos enormes de chapa acerada, retorcida y calcinada.

Kain pensó sombríamente en los días que le llevaría la reparación de la tremenda avería, y se preguntó, sumido en un mar de confusiones, si tendría a su disposición, herramientas suficientes para llevar a cabo aquel trabajo. Era una cuestión de tiempo y de trabajo. Reparar aquellos dos enormes boquetes, habría empleado una sección de hombres, por lo menos tres días de duro trabajo, en buenas condiciones de herramental y materiales a la mano.

Kain se volvió a la nave con la cabeza agachada y aplanado por el más negro pesimismo. Deshizo el camino hasta encontrarse de nuevo en la cabina de control. Se encontró a Karla, sentada en la litera, tratando de arreglarse el cabello con las manos, hasta encontrarse en una aceptable apariencia. Presentaba el aspecto de la más femenina de las mujeres. La idea de que siendo una criatura extraordinaria, supernormal y mutante de primer grado y a la vez, tan profundamente humana, volvió de nuevo a Kain, que se sintió feliz en su compañía.

Kain le sonrió abiertamente, saludándole con la cabeza cortésmente.

—Hemos sobrevivido, Kain —comentó Karla--—. Pensé que todo habría terminado para nosotros en el aterrizaje.

—Sí, hemos sobrevivido por el tiempo presente. YS veremos qué ocurre, Karla, —dijo Kain sombríamente—. Hay dos enormes agujeros en el casco de la nave, en el exterior, que se llevarían un equipo de hombre trabajando de firme, tres días. El cañonazo de rayos desintegradores, pasó a través de la nave como un arpón por el cuerpo de un pez.

—¿Tan mala es la avería? —preguntó la joven, con doloroso asombro en la mirada—. Y nos encontramos sobre un planeta hostil, ubicado en el centro del mismo Imperio...

No había terminado de hablar, cuando la chica cambió de súbito sus facciones. Sus ojos se abrieron y permaneció inmóvil como si quisiera escuchar algo que Kain no pudiese percibir.

—Alguien se aproxima —murmuró a media voz, entre dientes—. Alguien se acerca, está casi junto a la nave. Tenía mis bloques mentales relajados, tratando de percibir las sensaciones exteriores de lo que nos circunda y acabo de tener contactos mentales con una criatura viviente. Está sola y muy cerca de aquí...

Kain a su vez dejó en libertad sus bloques mentales supernormales. Captó los pensamientos de aquel ser que rondaba el exterior de la nave. Parecían amigables y en cualquier caso, no peligrosos.

—...las trampas no van mal... en la primavera irán mejor... habrá muchos de esos tivni jóvenes tan buenos de comer... tan buenos como están en estofado... tendré que cazar más pieles que el año pasado... me darán un buen dinero en las Islas... ¡QUE ES ESO!... ¡UN NAVIO DEL IMPERIO ABATIDO!... POR TIERRA... AQUI... TENDRE CUIDADO... NO DEJARE QUE ME VEAN... NECESITO ESTAR ALERTA!!

Los pensamientos detectados se agudizaron en una alerta, extremada.

Karla, envió un mensaje telepático a Kain:

—Es enemigo del Imperio, de todos modos. Mejor será esperar y ver cómo siguen desarrollándose sus pensamientos. Está solo con seguridad. No hay otro pensamiento humano en evidencia. A su alrededor sólo se perciben los balbuceos mentales, primitivos y elementales de los animales del terreno circundante..

La recepción del mensaje telepático, aseguró aun más, a Kain, del grandioso poder mental supernormal de los mutantes de primer grado. Kain no podía imaginar que un-imitante de primer grado pudiera detectar los procesos pensantes rudimentarios de los mismos animales. Para él resultaba aquello imposible. Sin embargo, los pensamientos del hombre de Cresna, se hacían más agudamente perceptibles, a medida que se acercaba a la nave.

—Qué raro... no hay hombres del Imperio alrededor de la nave... —continuó pensando el habitante de Cresna—, ...Parece como si hubiera tenido que hacer un aterrizaje de urgencia... ¡Sí, tuvo que hacerlo! ...Hay un enorme agujero en la cola del aparato... con seguridad ha sido un cañonazo... ¿por qué por qué no hay tripulación que lo repare?...

¿Por qué no hay signos de vida a su alrededor?... ¡Espera! ¿No oí algo en Valdaruk?... ¿Algo acerca de un hombre y una mujer que se hicieron dueños de una nave del Imperio? ...Gentes fuera de la Ley. reclamados por la policía Imperial... Oí que estaban vivos y las descripciones de ambos con el número de la nave... no, no puedo recordar el número... creo que decían que la pareja eran de la Liga Mutante o algo así... ¡Les deseo buena suerte!... —Es un tipo amigo, no hay duda —emitió Karla telepáticamente—. Quizá deberíamos mostrarnos a él.

—Seguramente; pero por si acaso, mantengamos el control mental sobre él —comentó Kain—. La traición, es el otro nombre del planeta Cresna.

Y    ambos se dirigieron a través de los corredores vacíos, llenos de ecos, del gran navío espacial y buscaron la escotilla de desembarco. Salieron al exterior y vieron al primer habitante del planeta Cresna.